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miércoles, 18 de enero de 2012

LA IRA (PRIMERA PARTE - 1 DE 3)

Lo primero que te quiero decir es que cuanto más sea tú conocimiento teórico sobre la naturaleza de las emociones que tengamos, mayor será la posibilidad de manejarlas. La ira es una emoción y como tal se dispara de forma automática ante determinadas situaciones, en general frente a situaciones que interfieren con nuestros objetivos. Como toda emoción tiene una función, en este caso preparar al cuerpo para el esfuerzo necesario para vencer el obstáculo que se ha presentado.

El problema con respecto de la IRA puede surgir de diferentes formas:
• La conducta violenta puede ser un medio para conseguir determinados objetivos cuando no somos capaces de lograrlos por otros métodos. En este caso nuestra conducta responde a habilidades que no poseemos, pero se puede mejorar adquiriéndolas.

• Cuando hemos aguantado demasiado y saltamos por algo sin importancia. En realidad reaccionamos a todo lo que nos ha ocurrido previamente, retrotraemos en un momento todo lo que tenemos represado. Como nuestra reacción se considera desmesurada, tenderemos a reprimirnos y aguantar más, en consecuencia nuestra siguiente reacción violenta será mayor y seguiremos en ese círculo vicioso.


Lo anterior significa que debemos salir de dicho círculo vicioso y el camino no es propiamente aguantar más, sino poder reaccionar de forma inmediata a los problemas y frustraciones. En ese caso la reacción es más adecuada y comedida porque las razones que nos llevan a reaccionar serán muchas menos.


• Las presuposiciones es otro problema puede surgir cuando nosotros interpretamos que existe un ataque y una dificultad que no es vista de la misma forma por los demás. Este problema suele ocurrir cuando reaccionamos ante las intenciones de los demás en lugar de reaccionar ante los hechos explícitos. El juicio de intenciones es la causa más frecuente que nos puede llevar a tener reacciones violentas desmesuradas y desproporcionadas.


• Una muestra ocasional de hostilidad no es peligrosa para la salud; el problema surge cuando la hostilidad se vuelve tan constante que define un estilo personal antagonista, un estilo marcado por repetidos sentimientos de desconfianza y cinismo y por la tendencia a los comentarios desdeñosos y a los desprecios, así como a arranques temperamentales y ataques de ira más evidentes.

• La noticia esperanzadora es la ira crónica no es necesariamente una sentencia de muerte; la hostilidad es un hábito que puede modificarse.

La ira es también una manera clara de hacer saber a la gente que nos ha disgustado, desilusionado o engañado. La ira puede inyectar acero en nuestra columna vertebral cuando nos enfrentamos a nuestros miedos. Pero la ira que se lleva como un cilicio, la ira como respuesta habitual a la vida, destruye a las personas más rápidamente que a los objetivos de la ira y podemos dañar a los que más nos quieren y a los que están a nuestro alrededor.
Cuando damos rienda suelta a la furia, nos deshumanizamos, disminuimos nuestra dignidad, ignoramos la parte razonable de nuestro cerebro en favor de la parte impulsiva e irreflexiva. Y cometemos errores lamentables, que seguramente vamos a reprocharnos más adelante.
Además tenemos que pensar cuan agradable puede ser una persona gruñona, de mal genio o por cuanto tiempo nos va a agradar una persona que vive de mal genio.

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